Esta pasada Semana Santa estuvimos de gira gastro-enológica por tierras catalanas, en concreto en Sant Sarduní D'Anoia y en Mora d'Ebre.
En la primera, como no podía ser de otra manera, aprendimos mucho sobre el cava.
La segunda, ya en Tarragona, nos sirvió de base para visitar tres denominaciones de origen: Terra Alta, Montsant y Priorat.
Ha sido un viaje muy instructivo, pero sobretodo un viaje "apasionado", porque conocimos a muchos empresarios apasionados por su trabajo: dueños de pequeñas bodegas y de vinotecas, que aman lo que hacen, pero sobretodo aman su tierra, su terruño o "terroir", una palabra que oí muchas veces durante este viaje..
Entre estos enamorados encontré a tres viticultores, dos hermanos italianos y una catalana, que se han lanzado a la aventura de crear vinos tradicionales con una visión contemporánea.
Así nació Bodega Bernaví, que por las coincidencias que se dan en esta vida, justo una semana después estarían en Madrid presentando sus vinos realizando catas en varios locales. Entre ellos, el Dinosaurio todavía está allí.
Con este nombre tan original, no puede ser un bar clásico. Y no lo es. Enclavado en pleno corazón de Madrid, en la castiza calle Lavapiés, además de gastrobar, es librería, lugar de eventos y mucho más. El jueves pasado acogió en sus catas mensuales a la bodega Bernaví.
De la mano de Marco, uno de los fundadores de la bodega, y de Jesús, sumiller del Dinosaurio, fuimos conociendo todas las características que hacen los vinos Bernaví tan especiales.
También estaba allí Marisol, la dueña del local, que con su femenina sabiduría nos enseñó, que poliamor, es más correcto que maridar. ¿Y que mejor que poliamorar los vinos de Marco con las creaciones de Darío, chef del local?
Entre todos ellos lograron que la cata fuera todo un éxito.
Pero hablemos de los vinos de Bernaví:
Notte Bianca
Fue uno de los vinos que me convenció de que su proyecto merecía la pena. Se trata de un vino blanco, hecho a base de garnacha blanca, un tipo de uva que se da especialmente bien en la Terra Alta y que ellos combinan con un 10% de viognier, otro tipo de uva, esta francesa, que le da frescura a la garnacha de viñas viejas (80-90 años).
Como curiosidad, Ruth nos comentó durante nuestra visita a las bodegas, que el primer año de recogida de la uva, hacía tanto calor, que decidieron hacer la vendimia durante la noche para conservar la temperatura y que no perdiera propiedades durante su traslado de la vid a la bodega. De ahí nace el nombre, en italiano, claro.
Jesús nos enseño a sacar todos los aromas de este vino: los cítricos a piña, y manzana ácida, y florales, que en cuanto probamos unas fresas junto al vino, hicieron que la combinación fuera perfecta, pues uno y otro hacían el poliamor y de qué manera, Marisol.
Pero además, se trata de un vino untuoso en boca que va fenomenal con quesos cremosos, como bien pudimos comprobar saboreando los que nos pusieron con la cata.
21 VENTUNO
Toca el turno al rosado, y aunque debo matizar que no soy fan de este tipo de vinos, este consiguió al menos interesarme.
Lo primero que llamó nuestra atención fue el color, pues tiene un tono rosado muy claro, que definimos creo que con acierto como "coral".
Algo más ácido que el blanco, tanto olfativa como en boca, sin embargo no pierde suavidad, por lo que resulta muy fácil de beber y por tanto son de los que catalogo como "peligrosos". Lo combinamos con unas tostas de habas y guisantes frescos con parmesano, de las que espero tener pronto la receta para colgarle en el blog, porque estaban deliciosas.
3D3
Seguimos con este tinto, también con garnacha, pero esta vez combinada con syrah y merlot. Lo original aquí está en que el coupage, o mezcla del mosto, no se hace desde un principio, sino que la maceración de cada uva se ha hecho en depósitos diferentes respetando los tiempos y protocolos de vinificación que requiere cada una de las variedades.
El resultado: un vino de color intenso y brillante, como lo es su sabor. Su aroma a frutas rojas me recordó el otoño, y hasta percibí toques especiados. Me pregunté si a estas alturas de la cata me estaría convirtiendo en una experta catadora.
Esta vez el vino nos pedía algo más consistente y qué mejor que unos tortellini neri con salmón y salsa agria.
Tras una pausa, abordamos el siguiente:
NEGREITA
La razón de mi visita y de embarcar a mis buenas amigas Monstse y Bea no fue otra que este vino que junto al Notte Bianca tanto me había gustado.
Tiene en el morenillo, su base. Se trata de una uva autóctona, poco conocida, que ellos intentan recuperar, y de qué manera. La cría con el vino acabado sin los ollejos se hace en barricas enormes de 3.000 litros, en roble de Eslavonia (en los Balcanes), con un mínimo de 12 meses.
Su color no es tan oscuro como el anterior pero sigue siendo de un rubí intenso. De aroma penetrante a fruta roja pero madura, más intensa. También percibo aromas a bosque: tomillo, romero, ¿salvia?. Al final deja un toque metálico, que interpretamos como mineral.
En boca resulta ser potente, pues la llena, pero sin picos de acidez, lo que demuestra su carácter envolvente y equilibrado. Un gustazo.
Esta vez toca robo de toro a la cordobesa, con tanto carácter como el vino. De nuevo el poliarmor funciona.
La experiencia ha sido estupenda: conocí buenos vinos, buena comida, en un entorno agradable y en buena compañía. No se puede pedir más, excepto tener la oportunidad de repetir.
Vista de las viñas desde la terraza de la bodega. Un lugar de ensueño...
Si estáis interesados en saber más:
Las fotografías, excepto la de las viñas, las he tomado de la propia página web de las bodegas Bernaví.
Que felicidad leer el resultado de una noche tan y tan divertida y agradable ... esto de poliamar los vinos nos ha sentado realmente bien! Gracias por esta entrada Bea!
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